¿A dónde se han ido los consumidores? (I) ¿A dónde se han ido los consumidores? (I)

Por José Suárez Núñez

Los medios de comunicación y la industria del espectáculo crecieron juntos  durante los últimos cincuenta años, a expensas de los ingresos de taquilla, los discos de oro y el alto rating de la televisión.

 

Nuestros medios de comunicación han estado obsesionados con las noticias de última hora y la regla que se aplica es el éxito comercial, expresa Chris Anderson,  autor del libro “De los mercados de masa al triunfo de lo minoritario”.

 

Anderson analiza que si observamos más profundamente ese cuadro, surgido con la era de la radio y que siguió con la televisión de posguerra, ahora está en decadencia: está empezando a quedarse sin aliento. Ser el número uno sigue siendo importante, pero las ventas no son lo que eran.

 

Los ingresos de las taquillas de Hollywood bajaron más del 6% a partir del  2005 y siguen bajando,  lo cual refleja la realidad de que la audiencia de los cines está disminuyendo, a medida que crece la población. Cada año las cadenas de televisión pierden gran parte de su audiencia por los miles de nichos de televisión por cable.

 

La audiencia de los principales programas de la televisión ha estado disminuyendo desde decenios, y el mejor programa de la actualidad no habría figurado entre los diez primeros de los años 1970, agrega Anderson.

 

Si todavía estamos obsesionados con los productos de éxito y éstos ya no son la fuerza económica que fueron en otros tiempos. Se pregunta “¿A dónde se han ido esos consumidores infieles?”. A ninguna parte.  Se han dispersado como segmentos de mercado y están distribuidos en miles de nichos. La única área en gran crecimiento es la web, pero éste es un universo inclasificable de un millón de destinos que a su manera desafía la lógica convencional del marketing y de los medios de comunicación.

 

Los programas de televisión tenían más popularidad en la década de 1970, pero no porque fueran mejores, sino porque había menos opciones que compitieran por nuestra atención. Lo que nosotros considerábamos el auge de la cultura común, en realidad no estaba relacionado con el talento de Hollywood.  Era más bien el efecto de los medios de difusión, que nos guiaban como rebaños de ovejas.

 

Anderson dice que llegó a la mayoría de edad durante el auge de la cultura de masas de los años 1970 y 1980, y entonces el adolescente tenía  media docena de canales de televisión y casi todos veíamos los mismos programas y escuchábamos las mismas emisoras de radio y las casas disqueras  imponían la música  que la gente debía escuchar.

 

Lo más asombroso acerca de la televisión es que puede transmitir un programa a millones de personas, con una eficiencia inigualable. Pero no puede hacer lo contrario: transmitir un millón de programas a una persona. Sin embargo, eso es precisamente lo que hace Internet tan bien. Ahora  los consumidores se inclinan cada vez más por el que ofrece más opciones.