Por José Pulido (@josepulido2015)Galia Narbonense
o Provincia Romana: así bautizaron los romanos al territorio cuyos habitantes se acostumbraron después a llamar Provenza. Dicen que allí surgió la inspiración de lo que sería el soneto.
La palabra soneto significa “sonido”. Viene del italiano sonetto, los italianos son muy musicales.
El soneto es un poema que transporta un agradable sonido en su estructura. Los trovadores provenzales y otros poetas cantaban y escribían buscando los caminos de esa estructura, que luego se basó en ocho versos de rima alternada y en seis versos también rimados.
Pero fue el poeta de Sicilia, Giácomo da Lentini, quien creó el soneto propiamente dicho y en Italia Central lo divinizaron con sus talentos el Dante Alighieri y Guido Cavalcanti, quienes reformaron las rimas y separaron los versos en dos cuartetos y dos tercetos. Apenas insinuándose el Renacimiento surgieron Cavalcanti y Alighieri desarrollando la escuela que denominaron Dolce stil nuovo.
Los poetas del Dolce stil novo (Dulce estilo nuevo) fueron Guido Guinizelli, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri, Lapo Gianni, Dino Frescobaldi, Cino de Pistoia y Guianni Alfani.
Pero quien difunde felizmente el soneto por toda Europa es Petrarca, con su Cancionero, que podría compararse con un éxito multiplicador como el que tuvieron Los Beatles con su primer disco.
Aunque ya no atrae tanto a los lectores de poesía más exigentes, el soneto se hizo un lugar como vehículo de la poesía amorosa, aunque también fue un buen recurso para manifestar el humor de algunos autores más cervantinos que shakespereanos.
Pero ciertamente, el soneto es como un objeto de perfección en su forma y su musicalidad. Azul, del venezolano Cruz Salmerón Acosta, es un buen ejemplo:
AZUL
Azul de aquella cumbre tan lejana
hacia la cual mi pensamiento vuela,
bajo la paz azul de la mañana,
¡color que tantas cosas me revela!
Azul que del azul del cielo emana,
y azul de este gran mar que me consuela,
mientras diviso en él la ilusión vana
de la visión del ala de una vela.
Azul de los paisajes abrileños,
triste azul de los líricos ensueños,
que no calman los íntimos hastíos.
Sólo me angustias cuando sufro antojos
de besar el azul de aquellos ojos
que nunca más contemplarán los míos.
Cuando Cruz Salmerón Acosta estudiaba segundo año de leyes en la Universidad Central de Venezuela, comenzó a sentir dolores intensos en los brazos. El Rector de la UCV era el médico Felipe Guevara Rojas. Salmerón Acosta le contó sus dolencias y el médico le hizo un análisis de sangre. La noticia terrible fue que el poeta Cruz Salmerón Acosta sufría de lepra. El doctor Guevara Rojas le dijo “regresa rápido a tu tierra y aíslate antes de que las autoridades sanitarias te condenen al degredo”.
Los leprosos eran rechazados porque la gente sentía el temor de contagiarse. El degredo era un lugar de destierro. Un sitio adonde nadie iba. O un hospital de enfermos contagiosos.