Los versos inolvidables Los versos inolvidables

Por José Pulido (@josepulido2015)

En Oda a una urna griega, John Keats escribió un verso inolvidable: “Si es dulce el canto oído, el no escuchado lo es más aún”.

Su significado varía de acuerdo a quien lo lea. Todo lo que uno ignora determina la cantidad de claridad que se percibe. Pero se puede especular afirmando, por ejemplo, que el canto no escuchado es más dulce porque requiere de una sensibilidad especial para oírlo.

Quizá, el poeta también alude al canto que hubo en el pasado, al sonido que se apagó con los seres desaparecidos; las alegrías humanas, el bullicio de los animales, de los pájaros; las conversaciones, los sonidos de la naturaleza. La urna sigue allí, es una verdad inamovible, es una belleza que surge desde la propia conciencia de quien la mira y la interpreta. Obliga a pensar en lo que fue, en lo que el pasado se llevó. La poesía se encarga de traer unas ráfagas al presente.

Emily Dickinson, viendo en un cementerio las cenizas de muchos fallecidos, logró unos versos de contundente sencillez:  “Este callado Polvo fue Damas y Caballeros”.

Ver las cenizas de los seres humanos y crear ese verso equivale a un sentir y a un pensar que revela uno de los dones enriquecedores de la poesía. Damas y caballeros que rieron, amaron, lloraron, vivieron, soñaron, ahora son cenizas.

No se trata de simples cenizas. Es un polvo callado que sin embargo revela profundidades del alma. No es un callado polvo que fue hombres y mujeres: es un callado polvo que fue “Damas y Caballeros”. Cuando se pronuncia esa frase: “damas y caballeros” se viene a la mente un modo de comportarse, de divertirse y amarse; inclusive: de odiarse. Amar, vivir de manera elegante, desenfadada. Aunque termine siendo polvo.

Y en sus Elegías de Duino, el inmortal Rainer María Rilke escribió este inicio:

“¿Quién, pues, si yo gritara, me oiría entre las jerarquías

de los ángeles? y aun suponiendo que, de pronto,

uno de ellos me apretara contra su corazón, yo    

sucumbiría

ante su existencia más fuerte. Pues la belleza no es sino   el

comienzo de lo terrible; apenas la soportamos

y si la admiramos es porque desdeñosamente no se

preocupa

por destruirnos. Todo ángel es terrible”.