El realismo sucio El realismo sucio

Por José Pulido (@josepulido2015)

Se ha dicho que Jack Kerouac, Raymond Carver y Charles Bukowski afinaron sus voces bajo influencias como las de John Fante, Louis-Ferdinand Céline, Henry Miller y mucho más alejado en el tiempo pasado: Fedor Dostoiveski.
Sin embargo, la mayoría de los escritores del realismo sucio que tantos lectores y admiración han acumulado, reconocieron una influencia común determinante: el terrible noruego Knut Hamsun, con su novela titulada sencilla y toscamente Hambre.
Aunque Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline, contiene todos los elementos y el espíritu de esa tendencia, es notorio que el antecedente se ubica en la novela Hambre.
Toda la crudeza y sinceridad que fue brotando desde Dostoievski como un río de dramas sorprendentes, desembocó en Hamsun, quien convirtió en minimalismo punzante la narración de lo que parece nimio y sin embargo es espantosamente enorme.
Celine y Hamsun quedaron marcados para siempre por ser admiradores del nazismo. Lamentablemente, nadie es perfecto.
Ser autobiográficos no les otorga calidad a estos autores. Es la sinceridad apabullante y radical lo que atrae y conmueve en ellos.
Todos ellos han contado lo difícil que es dedicarse a escribir y tener que subsistir del aire y la maroma, pero motivados por el placer de crear algo propio, partiendo del respeto hacia el arte de la escritura.
Para quienes no lo han leído, esta es una muestra de Hamsun. Un párrafo de la novela Hambre:
“Finalmente me metí el dedo índice en la boca y empecé a chuparlo. Algo comenzó a moverse en mi cerebro, un pensamiento que se iba abriendo camino allí dentro, un invento completamente loco: ¿y si lo mordiera? Y sin pensarlo ni un instante cerré los ojos y apreté los dientes”
Y esta es la escritura de Fante, en la novela Pregúntale al polvo:
“Estaba muerta y yo estaba vivo. No nos entendíamos, pero a su manera había sido muy amable conmigo. La recordaría durante mucho tiempo. Probablemente era yo el único hombre de la tierra que la recordaría. Había muchas cosas encantadoras, relacionadas con ella, en que poder pensar; las sandalias, la vergüenza de pertenecer a la raza que pertenecía, el Ford pequeño y ridículo”.