Por Ignacio Serrano @IGNACIOSERRANOGonzalo Márquez
es una leyenda, un símbolo de los Leones del Caracas. Es miembro del Salón de la Fama del Béisbol en Venezuela, y la fanaticada capitalina recuerda con nostalgia el que haya defendido los colores de esa divisa hasta el último día de su vida, literalmente.
Márquez es un caso curioso. Disputó 20 temporadas en la LVBP. Jugó las 10 primeras con los melenudos y también las últimas 9. Pero entre ambas pasantías asoma un rarísimo dato: disputó en el medio una campaña con los Navegantes del Magallanes.
¿Gonzalo Márquez con el Magallanes? Tal cual. Pasó una vez.
Los seguidores de los Tiburones de La Guaira posiblemente recuerden a Carlos Moreno como una de las enseñas de esa novena.
Pelotero, técnico, evaluador de talentos, disputó 12 torneos en Venezuela. Actuó con los escualos en los primeros 8 y también en los últimos 3. Entre ambos períodos, también aparece una especie de lunar, por disonante: una justa con los Cardenales de Lara.
¿El Morocho Moreno con una escuadra distinta a los litoralenses? Sí, así pasó.
Márquez y Moreno se cuentan entre los jugadores de los melenudos y los salados que se quedaron sin lugar en el roster en la zafra 1975-1976, cuando ambas franquicias decidieron fundirse transitoriamente en una, creando aquella flor de un día que se llamó Llaneros de Portuguesa.
La voz del pueblo bautizó “Tibuleones” aquel invento. Fue la única vez desde 1952 que la LVBP no se ha jugado en el estadio Universitario.
Los recientes problemas de Caracas y La Guaira para renovar el alquiler del parque ucevista hicieron volar los recuerdos y temer que la historia se repitiera. Si ya pasó una vez, ¿no podría suceder en otra oportunidad?
Aquellos “Tibuleones” Llaneros se mudaron al estadio Bachiller Julio Hernández Molina, en la frontera entre Acarigua y Araure, comprimiendo los dos rosters de las novenas capitalinas. Por eso, jugadores como Márquez y Moreno fueron entregados a otros clubes, temporalmente, a préstamo.
Posiciones encontradas respecto al arrendamiento del estadio motivaron la forzada mudanza. De acuerdo con versiones de prensa, la universidad pidió 1.220.000 bolívares de los viejos y los equipos ofrecieron 965.000. En ambos casos, un dineral en una nación donde un helado costaba un real y los Torontos se vendían a ocho por bolívar.
La Fundación UCV pidió esta vez un aumento cercano a 1.000 por ciento en el canon de arrendamiento, unos 90 millones de bolívares fuertes.
Es un dato entretenido, hacer la conversión en dólares.
La casa que vence las sombras pidió esta vez alrededor de 140.000 dólares al cambio Dicom del 19 de julio, una cifra considerable en la Venezuela de hoy.
En la Venezuela del 4,30, hace 40 años, la UCV quería 284.000 dólares y los clubes ofrecían 225.000. Otros tiempos, otro país.
¿Había que considerar favoritos a aquellos “Tibuleones”? Con los legendarios Víctor Davalillo, Ángel Bravo, César Tovar, Enzo Hernández, Antonio Armas, Diego Seguí y Baudilio Díaz haciendo causa común, sería lógico decir que sí.
Tuvieron una buena importación, además. Cliff Johnson fue líder en jonrones y empujadas de la liga. Steve Luebber resultó el pitcher con más innings.
Los Llaneros no trascendieron, a pesar de tener tanto talento junto. Cerraron la eliminatoria en el segundo lugar, con 33 ganados y 31 perdidos, y cayeron en la semifinal ante los eventualmente campeones Tigres de Aragua.
Meses después, Tiburones y Leones salvaron sus diferencias con la UCV. Al siguiente octubre, Gonzalo Márquez y el Morocho Moreno se pusieron sus uniformes de siempre y el Universitario volvió a llenarse de beisbol.
WWW.ELEMERGENTE.COM