No existe un combustible más efectivo para encender la llama de la pasión deportiva que una rivalidad. Esa fue la gasolina que utilizó el beisbol en Maracaibo y sus alrededores para despertar el más grande frenesí que actividad deportiva alguna haya vivido en el corazón de los zulianos.
Por: Javier González | @javiergon56 y Carlos Figueroa Ruiz | @CFigueroaRuiz27
La pugna entre gavilaneros y pastoreños tuvo ribetes inimaginables. Fue una lucha encarnizada y avasallante. Un juego entre Gavilanes y Pastora dividía en dos no solo el estadio sino a toda la región zuliana. El fanatismo por uno u otro club separaba hasta padres e hijos, unos rapaces, otros lácteos, quienes al entrar a las tribunas cada uno buscaba su asiento. El gavilanero el lado derecho y el pastoreño el izquierdo. Esos límites eran sagrados. No podían profanarse.
La pasión entre los seguidores de estos dos clubes era tan exagerada que provocaba agresiones verbales, físicas y hasta muertos. Un juego entre Gavilanes y Pastora en crispaba los nervios de los aficionados. Se duplicaba la seguridad en el estadio. Los empresarios pagaban altas sumas de dinero para publicitar sus productos en las transmisiones radiales y televisivas, en la prensa y en las vallas del estadio.
Fue una rivalidad que marcó tanto al aficionado que, aunque ya no exista, todavía pervive en el imaginario colectivo de varias generaciones de zulianos.
Gavilanes de Maracaibo, una de las instituciones más importantes en la historia de la pelota zuliana de máxima categoríaOrígenes de la pugna
A fines de la década de 1920, un señor de nombre Marco Antonio Sánchez, quien era un gran promotor deportivo en Maracaibo, principalmente de boxeo, conformó un equipo de beisbol con un grupo de jóvenes de la populosa barriada de La Ciega. En sus inicios el equipo, que ellos denominaban Los Muchachos, practicaba en terrenos adyacentes al “Instituto Maracaibo”, cuyo director era el eminente educador Raúl Cuenca, quien un día se quejó ante las autoridades por las molestias que le causaba la algarabía de los peloteros a los estudiantes de su colegio. Por tal motivo Sánchez y sus “muchachos” decidieron mudarse a otro campo, no muy lejos del anterior, para continuar con sus juegos de pelota, no sin antes cambiarse también el nombre por el de Gavilán, que posteriormente se alargó a Gavilanes.
Mientras esto sucedía en el sur de Maracaibo, en el norte, en otro barrio, un poco menos popular, llamado Bella Vista, otro montón de muchachos, encabezados por Luis Augusto Fernández, conformaban un club de beisbol que, al comienzo, se llamó indistintamente Marroquíes o Regional, pero que rápidamente fue ganando fama en el mundillo beisbolístico de la ciudad.
Con el transcurrir del tiempo ambos equipos fueron acaparando la atención de los vecinos de La Ciega y Bella Vista, hasta que un buen día de 1930, se concertó un encuentro de pelota entre los jóvenes del barrio La Ciega, encabezados por los hermanos Luis y Ernesto Aparicio, y los del barrio Bella Vista, que contaban con el estelar pitcher Luis Augusto Fernández y al aguerrido catcher Jesús María Portillo (Manduco). A partir de entonces, comenzó a gestarse una gran pugna deportiva. Al año siguiente, es decir, en 1931, los jóvenes de Bella Vista lograron que el ganadero Luis Unseín, propietario del lactuario que envasaba la leche “La Pastora”, los patrocinara. Desde entonces el equipo comenzó a llamarse, indistintamente, La Pastora o Pastora.
Ese mismo año empezaría en Maracaibo una de las rivalidades más notables en la historia deportiva del país y, quizás, del continente: Gavilanes–Pastora, que junto con otros equipos iniciarían en diciembre de ese año, el primer “Campeonato Regional de Base Ball del Estado Zulia”.
La rivalidad Gavilanes–Pastora se mantuvo durante casi 30 años, hasta que, a finales de 1956, los hermanos Aparicio tuvieron un serio impasse por el presunto traspaso, por una buena suma de dinero, del contrato de Luis Aparicio hijo al equipo Leones del Caracas en la Liga Central caraqueña, lo que provocó una demanda jurídica de Luis Aparicio padre contra su hermano Ernesto, propietario del conjunto Gavilanes desde 1947, cuando José Villasmil Gómez le cedió todos los derechos de la novena rapaz, incluyendo el nombre, tal y como lo confirma el Registro Mercantil Número 1.678, de fecha 29 de agosto de 1947, publicado en el Boletín de la Propiedad Industrial y Comercial. Caracas, Año XVI, agosto de 1947, página 181.
Este problema legal entre los hermanos Aparicio impidió que Gavilanes pudiera participar en el siguiente torneo de la Liga Occidental zuliana. Entre tanto, Aparicio padre fundó, junto con otras personas del mundo del beisbol, el equipo Rapiños, el cual se transformó, de la mano del bigleaguer Luis Aparicio hijo, en una novena imbatible en el circuito zuliano.
Superado, aparentemente, el problema entre los hermanos Aparicio, Gavilanes retornó a la pelota zuliana, pero ya la Liga Occidental estaba herida de muerte, era cuestión de tiempo para su fallecimiento.
La cueva de los “lácteos” del Pastora, con sus parciales arriba en la tribuna ofreciéndoles máximo respaldo.Gavilanes y Pastora fueron, sin duda, dos de los mejores clubes que ha tenido la historia del beisbol latino. Ambos equipos mantuvieron viva la pasión zuliana por la pelota; pasión que en muchos casos fue más allá del terreno de juego para introducirse en la cultura del pueblo, ejemplo de ello lo constituyen las innumerables composiciones musicales dedicadas a ambas novenas, así como las poesías y caricaturas, entre otras manifestaciones culturales.
En los años 30, 40 y 50, del siglo pasado, en Maracaibo, todos los vehículos llevaban, en un lugar visible, la insignia del equipo predilecto del conductor; unos con un Gavilán y otros con una vaca mofletuda y eufórica, que es el emblema del Pastora. La divisa no faltaba en camiones, automóviles y autobuses. Hasta los muchachos colocaban en sus humildes bicicletas el escudo o la bandera de su equipo favorito.
El mencionado problema entre los hermanos Aparicio, no solo acabó con la rivalidad Gavilanes-Pastora, sino que también provocó, como señalamos, graves inconvenientes económicos a la Liga Occidental de beisbol profesional zuliano, que terminó bajando su Santamaria tres años después del último encuentro entre rapaces y lácteos, efectuado el 26 de enero de 1960, y en el que triunfó Pastora 12 a 1. Hasta allí llegó, físicamente, la pugna entre estos dos inolvidables clubes. Lo que sigue vivita y coleando, es la pasión del zuliano por el juego de las bolas y los strikes. ¡Pa que vos veáis!