El autorretrato como compañero del viaje El autorretrato como compañero del viaje

Por Lorena González

Con motivo del lanzamiento del tercer concurso fotografía móvil de Banesco, #RostrosdeVenezuela, mayo inicia con la participación de Vasco Szinetar como curador fotógrafo de este mes.

El autorretrato es el tema en el que nos guía, ejercicio que ha sido su hilo conductor desde finales de los años 70 y que lo ha posicionado como uno de los mejores retratistas del país, e incluso como un pionero de las selfies.

Hoy, nos encontramos con un autor que ha construido un extenso cuerpo de trabajo fotográfico a través de una captura constante y persistente de las poéticas del sí mismo, diálogo abierto del propio cuerpo con las fisuras incontenibles del afuera.

¿Qué es para ti un autorretrato Vasco, cómo lo definirías?

Un autorretrato es el intento de un ser humano, que posee un instrumento que es la cámara, para dar testimonio de sí mismo. En mi caso el autorretrato es una pulsión.

¿Por qué?

Porque es un deseo constante… es una obsesión, una forma de hacerle seguimiento al transcurrir. El ser humano es una cartografía que va cotidianamente transformándose, va cambiando en el tiempo. El autorretrato permite perseguir esa modificación, manifiesta un universo humano que va diversificándose, que va envejeciendo, que se va confrontando con la muerte en el transcurso de un viaje.

¿Cuántos autorretratos te has hecho en tu vida? ¿Infinitos?

Si, infinitos… pero fíjate, mi experiencia con el autorretrato está vinculada a …cómo decirlo… que a mi me gusto yo. Quiero decir, no desde la perspectiva de la belleza sino desde la perspectiva de la curiosidad, de la necesidad de conocer, de escarbar en ese rostro cercano, que está a mi disposición. Él no ofrece resistencia, es generoso conmigo y se presta para todos los performance que yo quiera realizar. Entonces es una maravilla porque el autorretrato se convierte en un compañero de viaje, un diálogo propio que nos permite de alguna forma confrontar también ese gran vacío, ese miedo a la muerte.

¿Podríamos decir que el autorretrato en la fotografía es la performance de la fotografía?, ¿una suerte de acción para la cámara?

Si. El autorretrato le permite al sujeto fotógrafo transformarse en otros, pero siempre desde el ámbito de la intimidad. El autorretrato no requiere de público, es un ejercicio en solitario que también comporta una libertad plena, tienes amplitud para la expresión, para la construcción de personajes… es fascinante.

Con el autorretrato has tenido dos caminos en tu trabajo fotográfico. Por un lado los trabajos en solitario como la serie Cuerpo de exilio con la que ganaste un premio AICA en el año 2013 y por otra parte, los autorretratos con personalidades frente al espejo. ¿Cuáles son para ti las diferencias y las coincidencias de esos dos discursos en paralelo?

Fíjate, el autorretrato con personalidades es un ejercicio público que está destinado de manera obvia a ser mostrado dentro de los formatos expositivos y de divulgación. El otro retrato es un ejercicio en cierta forma secreto, independientemente de que pueda ser estructurado para ser mostrado en un proyecto expositivo o en una publicación. Y claro, ambos caminos tienen estructuras diferentes. En mi caso, el autorretrato con personalidades comenzó de una manera más serena pero ahora se ha convertido en un hecho público. Eso implica que ese trabajo mío ahora me exige, me interpela, me impone también un universo de consideraciones diferentes. Por ejemplo ahora la gente quiere autorretratarse conmigo…

Me imagino que si tu invitas a la gente al baño para hacerse un autorretrato contigo, sienten que se han vuelto famosos; aunque en la esencia de este trabajo y con la elección de ese lugar tan extraño para la toma, tú estás de algún modo cuestionando los lugares oficiales de legitimación…

Así es. Pero de algún modo la acción entró en un espacio legítimo. Y la gente confunde a los personajes a los que admira, a esas personalidades a las que ama, conmigo. Yo solo soy un intermediario entre ellos y el personaje, yo no soy el famoso, los famosos son los otros. Pero este trabajo está en un espacio ambiguo porque al final todo se confunde. Lo cierto es que la gente busca afecto, validación y reconocimiento. En una medida muy pequeña ese trabajo ha producido una necesidad de afirmación porque es una selección de personajes que tienen un rol y un espacio dentro de la sociedad y de algún modo la gente quiere ser como ellos.

¿Has hecho retratos con la cámara del teléfono Vasco?

Sí y uso el Instagram para este ejercicio, pero lo voy leyendo con cuidado. Todo mi trabajo está soportado sobre la eternidad, todo lo que yo hago tiene una intencionalidad de que perdure en el tiempo y todavía no he terminado de encontrar una visión clara de los niveles de supervivencia y durabilidad de ese formato. Por ello me crea cierta resistencia y estoy comenzando a construirlo para ver como se alinea con mi tema que es la memoria.

Pero ¿le temes a lo rápido del discurso en Instagram? ¿A la velocidad difusa de las redes sociales?

Todo depende. El Instagram es un instrumento social de comunicación, utilizado por la diversidad del conjunto humano. Pero si estamos hablando del Instagram como instrumento para los autores, todo debería obedecer entonces a los criterios que desarrolle el autor. Yo creo que hay una confusión muy grande en este sentido. Es como si yo te preguntara: Señora González ¿sus retratos son con Nikon o con Pentax?

El instrumento no quiere decir nada, pues a fin de cuentas todo se reduce a un autor y a la forma como ese autor mira el mundo por ese rectángulo. Puede ser de una cámara con negativo 6×6, de una 35 mm, de algo más pequeño o de lo que quieran… pero es solo un rectángulo que le permite al fotógrafo encuadrar la realidad y expresarse. Las cámaras y toda la tecnología son elementos accesorios porque lo que está en juego es la mirada. Es como si uno le dijera a García Márquez: ¡Maestro! ¿usted ahora con la computadora debe estar escribiendo muy bien, verdad? ¿La Macintosh le ha permitido construir un nuevo arranque narrativo para Cien años de soledad?
¿Me entiendes? No tiene sentido… ¡es una locura!

¿Qué recomendaciones le podrías dar a todos los que quieran trabajar el autorretrato desde la fotografía?

Lo que recomiendo a toda persona que está haciendo fotografía y explorando el autorretrato, el paisaje o cualquier otro tema, es que lo enmarque, que lo convierta en una exploración, en un tema importante. En la medida en que le de forma y discurso a su inquietud, ese trabajo va a tener cada vez más pertinencia y mucha fuerza. Es decir, si van a hacer autorretrato tienen que investigar y pasarse por todas las formas del autorretrato, armar una propuesta que les permita escoger y que ese conjunto se pueda articular como un discurso y que no sea solo una foto instantánea que se pierda en el tiempo. Tienen que investigar el proceso y volverlo una obsesión. Solamente si es una obsesión, podrá ser en el futuro un trabajo trascendente e importante.