Se ha demostrado que los niños pueden aprender a programar –una habilidad necesaria en el mundo conectado actual—desde los cinco años.
Por Froilán Fernández @froilan
Son cada vez más numerosas las iniciativas para motivar a los niños a aprender a programar. Incluso, hay en otras geografías un marcado énfasis dirigido a familiarizar específicamente a las niñas con el mundo de la programación, pues aún en países como EE UU los hombres acaparan el 63% de los empleos relacionados con la programación y la brecha en desfavor de las mujeres tiende a crecer.
Pero, ¿a qué edad pueden los niños iniciarse en el mundo de los algoritmos y acercarse a conceptos como recursividad y heurística? –aún si no se les llama de ese modo–.
Podemos aprender de los esfuerzos de J. Paul Gibson, que en 1998 se encontró con muchas dificultades para enseñar a programar a sus alumnos de 18 y 19 años, en la escuela de Computación de la Universidad Nacional de Irlanda. Al cerciorarse de que no habían visto previamente ninguna materia relacionada con la programación, diseñó cursos introductorios del lenguaje Java a niños de 8 y 9 años y luego descubrió que los conceptos básicos de la programación eran asimilados sin problemas por niños de 5 y 6 años.
Aquí, Gibson estaba contraviniendo los consejos de la psicología educativa sobre la inutilidad de tratar de enseñar programación antes de que los niños dominaran la lecto-escritura. Lo que demostró Gibson fue que la alfabetización relativa a la programación podía impartirse en paralelo con la alfabetización convencional. Podemos ir más allá: en el mundo conectado actual la alfabetización debería incluir las habilidades básicas para programar. En otras palabras, que los niños sepan que hay maneras de dar instrucciones a una computadora –o a un teléfono—para que realice una determinada tarea.
Estrategia lúdica
Iniciativas como la canadiense Hour to Code, Kids Code Jeunesse, National Girls Learning Code Day son algunas dignas de explorar para proponer vías propias de la enseñanza de la programación a los más pequeños.
Scracth, un programa del MIT, enseña a crear juegos y animaciones sin escribir programas, sólo combinando módulos básicos. La plataforma Kony, que permite el diseño intuitivo de apps ha sido usada en Venezuela, con éxito, en algunos liceos y campamentos vacacionales.
“Sería una lástima desaprovechar el gran potencial que tienen los niños de 5 a 11 para aprender sobre algoritmos y computación. No hay que esperar a que sean adolescentes”, dice Gibson.
Cuando vemos algunas de las iniciativas actuales que promueven la programación –y el uso de las denominadas plataformas de hardware libre– nos damos cuenta de lo que pueden lograr los niños y especialmente cómo este proceso les prepara para el desarrollo de las plataformas como Internet de las Cosas.
Pero dejemos que sea la propia protagonista de una historia exitosa, la nativa digital Alai Blanco Lascurain (@alaimiranda), nacida en Venezuela y residente en Madrid, la que nos cuente cómo logró insertarse en el mundo de la programación y en proyectos de automatización que le conceden un perfil muy competitivo en su desempeño futuro.