Felipe Ezeiza: “Ha sido un proceso de insistir en el oficio y en mis propias búsquedas” Felipe Ezeiza: “Ha sido un proceso de insistir en el oficio y en mis propias búsquedas”

El Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas ha sido un espacio de crecimiento y creación  para Felipe Ezeiza. Después de ser finalista en dos ocasiones consecutivas, ahora es el ganador de la octava edición: “Independientemente de si ganaba o no, este poema era el cierre”, dice.  Además de ser poeta, Felipe estudia Psicología y es profesor en un colegio. 

Por Carmen Victoria Inojosa 

 

Entre gritos de felicidad de su mamá, Felipe no escuchó cuando el 18 de julio anunciaron que Felipe Manuel Ezeiza Briceño, de 24 años, residenciado en Los Teques, logró el primer lugar del 8° Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. “¡Ganaste! ¡Ganaste!”

“Todavía no me lo creo”,  dice Felipe y sonríe. No ha celebrado porque no ha tenido tiempo:  culminar el décimo trimestre de Psicología y el año escolar con sus estudiantes de educación básica también son tareas de un joven poeta. 

Felipe es un insistente del concurso, y de su creación literaria. Con este premio “la fortuna” llegó, “es una consecuencia de la persistencia”, asegura. En 2021 fue finalista con el poema “Relámpago de luciérnagas”, en 2022 repitió con el poema “Naturaleza” y en 2023 ganó con “En los dominios del alba”. 

Felipe es integrante del grupo Habitantes de la Calima y dicta talleres de escritura creativa para niños. También fue ganador del Concurso Nacional de Poesía Joven Hugo Fernández Oviol, del Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit y del Concurso Descubriendo Poetas. Participó en el Dossier de poesía venezolana de la Revista Kametsa, y en las antologías Sequía y Elogio a la brevedad.

 

Felipe, has sido finalista dos veces de este concurso y ahora ganador  ¿La tercera es la vencida? 

—Antes de tener la fortuna de quedar de finalista había participado dos veces, pero no se había dado. Creo que ha sido un proceso de insistir en el oficio e insistir en mis propias búsquedas. Un proceso más interior, de cómo mi voz ha ido creciendo y transformándose a partir del tiempo y que esa voz, insisto, por un tema de fortuna, ha tenido buena receptividad. 

 

¿Cómo defines la fortuna en este proceso creativo,  de cerrar el texto y ponerlo en manos de otros? 

—Yo creo que en principio viene por parte de mi familia. Vengo de un hogar donde la búsqueda poética y mi trabajo en artes visuales siempre ha sido incentivado y acompañado por mi mamá. La fortuna es una consecuencia de la persistencia. Todo el que persiste en lo que está haciendo, eventualmente, llegará. Si yo no tuviera la mamá que tengo, no insistiría tanto en las cosas que hago. 

 

¿Cuándo decides abrir la puerta para que los demás conozcan tu poesía?

—Todo comenzó con una novia que tuve en cuarto año, creo. Yo le escribía cosas y a ella le encantaba. Me incitaba a que yo compartiera eso. Luego conocí a algunos poetas en Los Teques, me fui acercando a ellos y se dio mi primera publicación en un periódico gracias a la poeta Yurimia Boscán. Esa publicación se la enseñé a mis amigos y ellos la presumieron con la profesora de Castellano, que era la clase de la que siempre nos jubilamos. 

 

¿Ha cambiado tu poesía desde 2021 cuando fuiste por primera vez finalista a 2023 como ganador? 

—Creo que he profundizado en mi inquietud por algunas imágenes. “Relámpago de luciérnagas”, mi primer poema finalista, es un ejercicio excesivo. Si lo comparo con el poema que envié este año, “En los dominios del alba”, la manera de medir y administrar las imágenes son distintas. Siento que he ganado precisión. El tema de aprender a recoger, a no ser obsesivo en ciertas cosas. Eso es importante. Por lo menos para mí el silencio en la poesía es una inquietud.  

 

Hay algo en común en los tres poemas: la naturaleza. Las figuras en torno a la garza, el río. Es como un poema en tres entregas, como diríamos en periodismo.

—Yo esos poemas los escribí pensando en el concurso. Con el primer poema finalista, aunque el texto todavía me gusta, me sentí inconforme. Entonces quise hacer una aproximación superior a esa idea del río. En el camino surgió la garza e hice este ejercicio de ir al río,  de ver a las garzas, las bolsas. Suena muy romántico cuando lo cuento, pero hay toda una crítica ecológica detrás de eso. Es un espacio muy hostil para los animales que la habitan. ¡Cómo esas garzas pueden hacer vida en todo esto, ser bellas y sobreviven! Es un espacio que no pensaría que da para la subsistencia. Y ya este año fue la idea de cerrar eso que se había convertido en un proceso. Independientemente de si ganaba o no, si quedaba o no en la antología, este poema era el cierre.

 

¿Cómo es esa vida en la que no estás escribiendo, sino dando clases y estudiando? 

—Si me dedicara solamente a escribir, escribiría muy mal. Más allá de decir que paso todo el día construyendo poemas, me atrevo a decir que tengo imágenes a las que les doy vuelta. Mientras estoy haciendo otras cosas, estoy pensando en esa garza y digo “garza, pétalo de asfixia”. Y lo dejo como en una pizarra mental. ¿Qué son esas otras cosas? Bueno, la vida que inevitablemente todos tenemos. Porque esa imagen del poeta Dios no es algo que yo pueda compartir, tengo que sacar adelante una carrera universitaria y a mi familia. Mientras resuelvo la cotidianidad, están las imágenes aconteciendo de fondo. Y cuando voy a la hoja en blanco comienzo a jugar con ellas.

 

Entonces no eres de los que se sientan a escribir y la hoja en blanco les produce frustración.

—No porque no me siento obligado. Yo creo que la hoja en blanco es justamente el lugar que tiene más posibilidades, luego, a partir de la primera palabra, esas posibilidades se van cerrando. Y entonces ahí es donde comienza la exigencia, ahí es donde esa imagen, que era algo inasible, difuso, tiene que concretarse. Y luego saber cuándo abandonarlo o si lo sigues tocando; lo dañas. El punto más difícil está a partir de esa primera palabra, que es como una sentencia que decide el camino y debes liberarte de tus vanidades y caprichos para sujetarte y entregarte a lo que el poema necesita. 

 

¿Te sientes consolidado como un joven poeta?

—Es una gran pregunta. Primero porque yo no lo puedo decir, pero tampoco sé quién podría decirlo. Cuando yo tenía 14 años un poeta en Los Teques me dijo “a donde vayas tienes que decir que eres poeta”. Tendría como 16 años cuando en un evento dije “soy poeta”. Y llegó un señor, que no sé quién era, y me dijo sentenciosamente “tú no puedes decir que eres poeta” (…). Y para mí la solución ha sido ser muy sincero con mi trabajo y mi exploración. Entender que yo creo que soy un poeta, tengo esa certeza desde hace mucho tiempo. Pero si no lo fuera no pasaría nada. Si un día me dicen estos son los requisitos para ser un poeta y tú no eres poeta porque no entregaste esta planilla, no me molesto. Porque más allá de todo, me inquieta mi búsqueda.

 

Me decías que tu generación está haciendo cosas increíbles ¿Qué quieres decir de esa generación joven de poetas? 

—Somos una generación con el carácter suficiente para hacer, crear y producir sin pedir permiso. Estamos en la búsqueda, por supuesto, de algo más allá. Cada uno en su propia voz. Y eso nos ofrece distintos matices y visiones que están marcadas por las regiones, por esos poetas jóvenes que han emigrado y ven otras cosas. Es una generación fuerte y variada, que está produciendo cosas muy interesantes con muchísimas menos oportunidades y muchísimas más dificultades y retos que otras generaciones. 

 

¿Qué te ha dado a ti el concurso Cadenas en estos últimos años? ¿Qué es para ti este concurso? 

—Para mí este concurso es el pilar de un mapa que se verá en el tiempo y que ya se ha comenzado a dibujar. Será la posibilidad de juntar a las personas que serán importantes en la creación poética en Venezuela. Es la oportunidad de reunir y de generar enlaces entre esos poetas. Es una ventana para que mi generación se permita leerse, ser crítica sobre sí misma. Y que pueda reunir a alguien que esté en Los Teques con alguien en Francia. 

 

¿Qué recomendaciones darías a un joven poeta que lo está intentando y está en una búsqueda como tú?  

—No aceptar consejos de cualquiera. Hay personas que salen de la nada y de una vez quieren aconsejarte por el hecho de ser un poeta joven. Creo que como poetas jóvenes debemos permitirnos nuestro silencio, nuestro fallo, jugar, ser ingenuos desde lo cursi o ingenuos desde lo soberbio. Debemos permitirnos todos esos desaciertos para aproximarnos a nuestra voz. Y cuando encontremos algo que nos obsesione, aferrarnos a eso hasta que encuentres otra cosa.  La poesía joven atraviesa por el mismo punto de inflexión que atraviesa el país. Y ese punto de inflexión es a dónde vamos. 

 

Ya ganaste el concurso Cadenas. ¿A dónde vas ahora? 

—Este año voy a publicar un libro. Justamente la fortuna del concurso se ha juntado con esta publicación que era mi plan para el año. Va a salir a finales de agosto o en septiembre. Mi plan ahora es ver qué sucede con este poemario de 90 páginas titulado Yagrumo. ¡El primer libro!

 

El Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas es el reconocimiento más importante en poesía para los jóvenes creadores en Venezuela. Es una iniciativa que comenzó en 2016 con Team Poetero y Autores Venezolanos; en 2018 se unió la Fundación La Poeteca y en 2019 Banesco Banco Universal. En sus ochos ediciones han participado más de 2500 jóvenes, con 223 finalistas, 25 primeros lugares y 10 menciones honoríficas.