Por Marian Carolina Sanabria Castillo (*)¡Abueeloo! ¡Abueelo!, entró el nieto llamando y corriendo. Subió los escalones de la escalera de dos en dos y al divisarlo, se arrojó en sus brazos. El abuelo le abrazó tiernamente. Luego de las preguntas y respuestas habituales de cómo le hubo ido; qué aprendió, el niño le dijo: -Abuelo, debes ayudarme. -¿En qué he de ayudarte? – preguntó el abuelo. -Debes ayudarme con una tarea – respondió el nieto.-¿De qué se trata? – inquirió el viejo.-Abuelo. Debe tratar sobre las crisis – respondió el muchacho.-¿Las crisis? – se sorprendió el anciano… ¿a qué viene eso? – alcanzó a preguntar. -Debemos llevar mañana a la escuela un cuento, real o ficticio, en forma escrita u oral; y decirlo ante todos. Es una actividad para conocer cómo se han superado y se pueden superar las crisis a través del tiempo. Viene a dedo por la que ahora estamos pasando: la del agua – expuso el chico.El abuelo se puso algo serio. Se quitó los lentes; pasó sus manos por sus cabellos. Luego de un momento de cavilar, le dijo: “¡Ya lo tengo!”. En ese momento, el decir “¡Ya lo tengo!”, y el entrar de la abuela fue uno. Traía una bandeja con galletas, leche y café. Tomó asiento, le agradecieron y se pusieron a comer. Y luego que el abuelo la pusiera al tanto de lo hablado con el chico, se dirigió a él y le preguntó:– ¿Te has dado cuenta de los pocos automóviles que hay, de los pocos buses; y de las muchísimas bicicletas y patinetas?– Sí abuelo ¡y cómo no! – respondió el nieto.– Bueno, presta atención a este cuento: trata de la crisis del petróleo -, y comenzó a contar: “Se creía que las reservas del recurso natural llamado petróleo iban hasta más allá de cuarenta generaciones. Las industrias automovilísticas y las que aprovechaban este recurso producían y producían más objetos. Los extractores y las refinerías trabajaban sin parar. Hasta que… todas las personas en el planeta quedaron sorprendidas y perplejas al saber que las reservas estaban por escasear. Fue un caos, se entró en estado de alarma. De repente el planeta les barajó el juego. Vinieron protestas, cundió el pánico. Fue horrible”.Y continuó: “Se establecieron las medidas ante la emergente crisis. Y de repente la mayoría de la población mundial tuvo en su haber solo con un pedazo de metal sin función, ya que una de esas medidas consistió en que solo les sería abastecido el combustible a buses y transportes de alimentos. Por ello, las personas comenzaron a buscar alternativas para su desplazamiento: bicicletas, patinetas, patines, de acuerdo a la distancia a salvar; cuando no la hacían en el bus, el tren o a pie.“Como las cucarachas, el ser humano a todo se adapta. Lo que al principio fue caos, desorden, confusión… se convirtió luego en adaptación, orden y solución. Con el paso del tiempo dejó de ser menester el uso de los automóviles. Esta crisis trajo consigo el bienestar de la tierra que, literalmente, se dio un respiro; trajo consigo mejoría en la crisis sanitaria; contribuyó a atenuar la crisis el ecosistema; que, aunque en dificultades desde hace mucho, a nadie parecía afectar. Menguaron los accidentes de tránsito; la tasa de mortalidad por enfermedades cardiovasculares y por infartos descendió; la obesidad se redujo; el sedentarismo cayó en picada; las enfermedades respiratorias disminuyeron, y las personas comenzaron a lucir un mejor estado físico y mostraban mejor disposición y humor”.“Como una cosa no viene consigo sola, como dice el dicho, el número de animales muertos o heridos por automóviles fue mínimo. Y se pavoneaban por las calles de las que una vez parecen haber sido desterrados. Los noticieros por fin daban buenas noticias: ´El calentamiento global ha desacelerado; la contaminación atmosférica y sonora ha bajado su índice; cada vez son menos los pacientes y más los hospitales despejados…´. En verdad el planeta tierra se dio un respiro”. “Aunque surgieron alternativas y salieron a los mercados automóviles impelidos por energía eléctrica, la empresa fue un rotundo fracaso. Fueron pocos los que quisieron renunciar al nuevo estilo de vida. Así es como hemos llegado hasta nuestros días”.– ¡Wooooow abuelo! – dejó escapar el niño.– De no de no sobrevenir la crisis – agregó el abuelo-, que no es más que un aviso de que algo estamos haciendo mal, quién sabe cómo nos hallaríamos, hijo. Las crisis, en su mayoría, son productos de nosotros mismos. Y aunque crisis, no son más que oportunidades de hacer mejor las cosas. Saca lo mejor o peor de nosotros, la humanidad, y fortalece el ingenio y la imaginación. Los más deslumbrantes inventos, las más grandes hazañas, han sido producto de ellas.(*) Ganadora del Concurso de Relato Breve Juvenil “Por un Futuro Sostenible”
Categoría 18 a 21 años
Autor: Marian Carolina Sanabria CastilloEdad: 20 añosTítulo del texto: La crisis del petróleo