Gustavo Cerati un minuto antes del colapso Gustavo Cerati un minuto antes del colapso

Siempre será un misterio lo que ocurre en los minutos finales de una vida, no importa si la persona después fallece o entra en coma. Ese es el tamaño del desafío del periodista Alonso Moleiro, que rescata para los lectores el final de una historia de talento y gloria, pero también de excesos y tristeza. El azar quiso que ese momento imposible en que una persona cruza la línea de la que difícilmente se vuelve ocurriera en Caracas. Nadie podrá negar que de allí solo puede salir una crónica memorable

Por: Alonso Moleiro / 2010

Una navegación a través del entorno humano y emocional que circundó el trágico episodio del colapso de Gustavo Cerati en Caracas permite extraer una conclusión: el astro argentino no solo llegó a tener plena conciencia de la gravedad de su problema, sino que vio aproximarse con claridad las puertas del vacío que lo tuvo suspendido en un limbo vital cuatro años, antes de morir. El día decisivo para comprender el desenlace de este trance no fue el sábado 15 de mayo, sino el domingo 16. Es a partir de entonces que el planteamiento inicial de su dolencia conoció, en cosa de horas, una siniestra —pero más o menos habitual en estos casos— metamorfosis. El rostro definitivo de sus consecuencias iba a ser apreciado el lunes. Su ingreso al Centro Médico Docente La Trinidad se produjo en medio de una comprensible ansiedad adobada con sorpresa, pero ninguno de los protagonistas de este episodio pudo figurarse ni remotamente que las consecuencias iban a ser tan devastadoras.  Parece cierta la hipótesis de que aquella mañana el músico despertó en la clínica relativamente estabilizado, incluso de buen humor, con ánimos suficientes para bañarse, comerse las arepas que ha reseñado la prensa y caminar con ayuda por el entorno de la habitación. Esa tarde, sin embargo, tuvo lugar un evento inesperado y aún desconocido para el público grueso. Luego de un interregno en el cual pudo dormir, Gustavo Cerati comprobó que no podía escribir y que tenía completamente inutilizada su pierna izquierda. Las insinuaciones mecánicas que se le habían asomado a partir de la noche del sábado ya habían conocido un desenlace inapelable. Le sobrevino a continuación una terrible crisis emocional: tuvo que ser contenido en masa por los músicos de la banda y sus amigos para que no saliera de la cama.

“El cigarrillo que me fumo en el video de ‘Crimen’ fue el último de mi vida”

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“El mejor concierto de toda la gira Fuerza Natural” le declaró Richard Coleman, uno de los miembros del séquito, al rotativo argentino Clarín. Una velada húmeda y relativamente fresca en la Universidad Simón Bolívar, con un entorno vegetal que encantó a la banda, en la cual la audiencia se encontró a un Gustavo Cerati especialmente simpático y elocuente, lo suficientemente animado para ofrecerle al público, por ejemplo, una versión de “A merced” nunca antes tocada en vivo. Había arribado Cerati a Caracas el viernes 14, procedente de Bogotá. Un largo tour de vuelos continuos, mucho trabajo y excesos en fiestas que habían sido desaconsejados por sus médicos personales: fumador irremediable de cigarrillos en cadena, Cerati ya había sufrido cuatro años atrás de una trombosis en la vena de una de sus piernas que lo dejó unas cuantas semanas sin caminar. La recuperación llegó rápido, había dejado de fumar, pero quedó el susto: un “cagazo tremendo”, como le había confesado a un periodista austral.  “El cigarrillo que me fumo en el video de ‘Crimen’ fue el último de mi vida”, declaró el músico en tono de broma hacia 2007. Cerati había comenzado de nuevo a fumar, y frecuentar el circuito de discos, a partir de 2009. Algunas versiones de prensa —que incluyen reportajes hechos en el Cono Sur— han reseñado que, llegado a Caracas, Cerati había visitado algunos lugares nocturnos hasta altísimas horas de la noche, y atribuyen lo acaecido en estas juergas como el paso previo a la crisis. Se ha hablado en particular de Moulin Rouge, en Sabana Grande —uno de los espacios que más tarde cierra en Caracas—, como el escenario en el cual él y sus músicos calentaron motores como paso previo al concierto. Marcos Santos, uno de los propietarios del local, desmiente por completo lo que considera un mal entendido. “Ese día estuvimos hasta bien tarde en el local y nadie supo nade de Cerati”, explica. “Ese chisme se extendió porque en una página web se hizo un montaje con su foto en uno de los sillones del local. La verdad es que todo formó parte de una broma”.  Confirma la información Víctor Méndez, Dj que amenizó la velada del “after party” en el camerino durante el concierto de 2006, en el Sambil, y que iba a hacer lo mismo en la Universidad Simón Bolívar. “Si salió a rumbear el viernes, nadie supo nada”, afirma. “Yo no sé si hizo algo privado, tan privado que ni nosotros lo supimos, o se reunió con su gente en la suite que ocupaba en el hotel. Estoy totalmente seguro de que el viernes él no salió a ninguna parte”.  La verdad es que el malestar ya estaba agobiando al músico.

“Ese día estuvimos hasta bien tarde en el local y nadie supo nada de Cerati” Marcos Santos, propietario del Moulin Rouge.

En el tránsito de Bogotá a Caracas un Cerati quisquilloso y malhumorado había, incluso, rechazado invitaciones a salir luego de los recitales, la norma frecuente en estos casos. Todavía hoy sigue siendo una incógnita lo que hizo Gustavo Cerati aquella noche anterior al concierto. Cerati desapareció de la vista de todos, aunque todas las fuentes coinciden en que difícilmente haya salido a bailar o beber.

La crónica completa la puedes leer en el libro: 70 años de crónicas en Venezuela, Tomo 1, Colección: Periodismo.

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[box]70 años de crónicas en Venezuela es el quinto título que se añade a la Colección de Banesco dedicada al periodismo y a los periodistas venezolanos. El primer título correspondió a “70 años de fotoperiodismo en Venezuela” (2011), que fue seguido de “70 años de entrevistas en Venezuela” (2012), “70 años de hazañas deportivas en Venezuela” (2013) y “70 años de humor en Venezuela” (2014).[/box]